martes, 28 de octubre de 2008

En Aigüestortes meyelé, meyelé

El otoño es una de las mejores épocas para ir a la montaña. Es tiempo de setas, de caracoles...y de unos colores increíbles. Así que no nos lo pensamos dos veces y decidimos irnos a pasar un fin de semana a La Vall de Boí, uno de los más recónditos, alejados y bonicos valles del Pirineo.

Salimos el viernes al mediodía y por la noche estábamos en el Pla de l'Ermita, al ladito de Taüll, donde nos alojábamos.


¡Que nunca falte el pan en la montaña!

Al día siguiente, tras algunos titubeos (tuvimos que volver al apartamento porque nos habíamos dejado la comida) y algo de románico, que siempre viene bien, conducimos dirección Caldes de Boí y cogemos el desvío hacia la Palanca de la Molina, lugar donde empezaba nuestra excursión, la Ruta de la Llúdriga.

La ruta comienza al lado de la Caseta del Parque, por la ribera izquierda del río y se interna en el Valle de Sant Nicolau, formado por el río Sant Nicolau, afluente del Noguera de Tor. El camino era conocido tradicionalmente como "el camí del pago" y el itinerario remonta el río hacia arriba hasta llegar a la Palanca del Pey, que es un puentecito de hormigón. Si optamos por cruzar el río iremos por la zona soleada y llegaremos a la Ermita de Sant Nicolau.


El ábside de Santa Maria de Taüll, con una escena de la Epifanía y con los Reyes Magos


El guardián del valle. Cuando volvimos por la tarde seguía en la misma pose el pobrecico


La Ruta de la Llúdriga nos lleva hasta el Planell d'Aigüestortes, pasando por el Estany de Llebreta. En rojo el itinerario de ida y en morado las variantes de vuelta. Clica para ampliar

Era tempranito y hacía frío, de ahí el título de este post, pero poco a poco nos fuimos calentando, un poco por el ejercicio y un mucho por el espectáculo que se iba abriendo a nuestros pies: el otoño en todo su esplendor.








Más bucólico no se puede... ¿o sí?

Poco a poco el denso bosque se iba abriendo y dejamos de mirar el suelo... ¡aún había muchos más colores, tonalidades y formas por descubrir!

Las rojas grosellas de un grosellero o Riber Petri


El amarillo de los álamos


Verdes, amarillos, ocres, marrones...y el azul del cielo!!

Tras cruzar la Palanca del Pey y tras un rato caminando al sol, la primera parada obligada es la ermita de Sant Nicolau. La que vemos es una reproducción moderna, ya que la anterior, del siglo XIII fue destruida por un terremoto (?).

Ganado vacuuuno junto a la ermita


Un júnior del valle


Continuaremos nuestro camino...si ellas nos dejan

Tras un rato "bailando con vacas" continuamos por la ruta hacia el Estany de Llebreta. Ahora el paisaje es casi alpino, con uno de los mejores bosques mixtos de coníferas y caducifolios del parque. Es tiempo de tomar un poco el sol y reponer fuerzas.


El Estany se originó después de las glaciaciones por un corrimiento de tierras de la ribera izquierda


Esta es la cara que se te queda al contemplar el estany

Tras descansar un rato, dejamos el Estany de Llebreta atrás y nos dirigimos hacia la Cascada de Sant Esperit, magnífico ejemplo de la acción del agua sobre el lecho rocoso. Aquí se han formado diversas "pozas", llamadas "marmitas de gigante" donde, por supuesto, no está permitido bañarse (con lo fría que está el agua no creo que se le ocurra a nadie, al menos en esta época).


Al alejarnos del estany no podíamos evitar echar la vista atrás


Nunca he estado en los Alpes, pero me los imagino tal que así


La cascada del Sant Esperit con Eva, que es una santa


Las "marmitas de gigante" se forman por la fuerza erosiva del agua

Encontramos numerosas vacas por el camino. Son animales muy mansos, aunque no les hace gracia que las toques. Igual tampoco le hace gracia que vengamos a molestarlas, por eso dejan por el camino sus "minas antipersona".


La verdad es que parecen un poco mosqueadas por nuestra presencia


Las vacas aportan sus "dificultades" al camino

Al llegar al Planell d'Aigüestortes podemos contemplar varias montañas que superan los 2.700 metros, con una formas preciosas.


El sol pega fuerte aquí arriba


En la montaña pasamos de flipar con lo más grande a hacerlo con lo más pequeño


Aquí somos un poco más felices. ¿Nos quedamos a vivir?

Bueno. Llega la hora de volver. La tentación de hacerlo con los taxis todoterreno que suben hasta aquí es grande, pero ¡qué demonios!, ¡aquí se viene a andar! En el Estany de Llebreta optamos por el camino de la "obaga", por el lado de sombra, para disfrutar de otros aspectos de la ruta.

Nos despedimos de las grandes montañas...


...disfrutamos de los colores del atardecer...


...y de que el camino es ahora cuesta abajo...


...descubrimos algunos tesoros más...


...we love Boí

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